Nuri R. Marinel-lo
En aquellos tiempos quedáronse todos de lo más sorprendidos. ¿Quién hubiera pensado jamás en su final eterno? ¿De verdad podía haber muerto? ¿Y por qué? ¿Y cuándo? ¿Y cómo? Lo primero está claro, porque es ley de vida; lo segundo apenas hacía un par de días; y lo tercero, ni yo lo sé a ciencia cierta, pues todos y cada uno de les periódicos de la época parece ser que disponían de exclusivas únicas. Más, dejémonos de zarandajas y pasemos a lo que en realidad importa: su testamento. ¿De qué tipo? ¿Quién estaba incluido? ¿Había más de un heredero? Y, si era así, o no, ¿qué legó?
Cabe decir, ante todo, que la notaría donde se reunieron todos los intervinientes no era el típico caserón sombrío de la época, sino todo lo contrario. Éste se hallaba en un pequeño bosque verde y frondoso coronado por una gran abertura que dejaba pasar sin dificultad los rayos del sol. Y, donde encontraríanse colocados los libros de leyes, en ese caso, éstas dormían en cada una de las hojas habidas en el lugar. Eso sí, la mayoría eran semejantes a las de los hombres, pues se tenía claro que si aquéllas estaban bien, no había porqué desaprovechar lo que ya estaba escrito.
Mas siguiendo el relato, aunque ninguno de los presentes pusiérase de acuerdo en el grado de parentesco que con él compartían, en lo único que coincidían las distintas prensas de esos tiempos era en su nombre, tipo de pariente que era y algún que otro dato de carácter personal y que, por no aburrir y evitar que se pierda el hilo, por ser unos cuantos, listaré en un momento:
Sr. Niop (tal vez el más blando de todos, sin embargo, no por ello el menos querido, era primo hermano por parte de madre)
Sr. Albero (primo segundo por parte de madre)
Sr. Abies (primo cuarto por parte de padre, la parte de la familia más noble, con un porte distinguido de los que no había, aunque se lo tuvieran un poco creído)
Sr. Beoca (primo segundo, aspecto recio, acostumbrado a vivir en sitios duros y secos, todo un aventurero)
Sr. Solia (primo del sur de Italia y, como tal, de aspecto duro)
Sra. Malpa (prima sexta por parte de padre, la única chica, tiene un negocio de fibras para escobas, esteras y rellenos tapicerías que le va muy bien)
Sr. Fresón (de aspecto enfermizo, cenizo, aunque muy agradable, experto en adornos navideños)
Sr. Lauro (primo lejano, desconocimiento grado exacto de parentesco, cocinero)
Sr. Prius (personaje que no suele ser trigo limpio, incluso ronda la idea de que podría no ser familiar… aunque ante la duda, y para evitar posibles conflictos…)
Sr. Kovazel (Siciliano, parte de su familia vino de la Siberia, años ha, cabrero de oficio)
Pues bien, teniendo en cuenta todos estos posibles herederos del fallecido, prescindiendo de los dires y diretes existentes, pues ello implicaría alargar sin más el verdadero acontecimiento que pretendo contar, he aquí cómo aconteció la lectura del testamento que él mismo, tiempos antes de su postrero proceder vital, redactó de su puño y letra, tal y como justifican las firmas de dos de sus mejores amigos de correrías que aviniéronse a hacerle de testigos:
–Muy bien, señores, y señora, aquí presentes, si les parece iniciaré el proceder de la lectura del testamento. Y, para no alargarnos mucho con el preámbulo, pues todos sabemos de quién tratamos, pasaré directamente a leer a partir del momento en el que éste dice: «…en pleno uso de mis facultades mentales y teniendo firme y deliberada voluntad de otorgar este testamento ológrafo, todos los aquí presentes se preguntarán qué puede ser lo que yo tenga para repartir, puesto que, como bien saben, nunca he sido dado a acumular riqueza de tipo alguno. Sin embargo, nadie podrá negar que, hasta el momento, he dispuesto bien más preciado de nuestra especie: el alma. Y eso vale más que cualquier otra cosa. Por ello, un buen día recele yo al Hacedor pidiéndole que, llegado el momento, aviniérase a no quedarse con ella, sino que pudiera traspasársela a alguno de ustedes, ya que, si no veía inconveniente, desde que me la concedió y se supo de ello, era bueno para la humanidad.
Reconozco que me ha sido más que harto difícil decidirme por cuál de ustedes quedarme, sin embargo, y yendo ya al grano, ordeno mi última voluntad en las siguientes disposiciones: instituyo y nombro por heredero universal de mi única y más preciada posesión, mi alma, al primo hermano Niop que, aunque sea considerado uno de los más comunes de los nuestros, es, sin duda, a mi parecer, uno de los más queridos, bien sea por su maleabilidad como por su resina. Y en defecto de éste, en su representación, a cada uno del resto de los convocados conforme a su grado de dureza (del más blando al más duro). Ante esto último deberán disculparme los que se hallen a la retaguardia, lo hago para que dispongan de tiempo para reblandecer un poco su condición que, aunque para algunas cosas es totalmente válida, no lo es tanto para transmitir mi quehacer principal, que bastante costome aprender: decir siempre la verdad.
Designo a don Zorro y don Gato como albaceas solidarios que, además de las facultades legales, tendrán, también, la de retener mi alma siempre y cuando su nuevo propietario no haga buen uso de ella y, en caso de que tal circunstancia aconteciera, la impondrían de inmediato al siguiente de ustedes, como ya he dicho.
Terminando este mi testamento, sólo cabe especificar mi deseo de la sucesión de mis dos albaceas para el momento en el que éstos sigan mi mismo fin. Para ello, designo a cualesquiera de mis futuros y posibles herederos para que escojan al ser de cuatro patas con mejores cualidades de arbitraje existente en el momento. Y, todo eso, en un tiempo de dos días, ya que no desearía que el asunto se demorase sin ton ni son.
Finalmente, lo único que quiero es que se cumpla y ejecute en todas sus partes, como mi última y deliberada voluntad, este mi testamento, del que no existen más copias ni previo alguno, por lo que, en caso de que a alguno de ustedes discurriere alguna mala acción contra el heredero, automáticamente dejaría de existir de la lista sucesoria mencionada.
Así lo otorgo, en el lugar y fecha arriba indicados, escrito íntegramente de mi puño y letra en cuatro folios que firmo ...etcétera, etcétera, y con los últimos prolegómenos de cualquier documento de esta índole, acabose el famoso asun… perdón, en realidad, dicho testamento termina con la firma de su autor: Pinochio.
fin
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