Renacimiento


Xavier Pueyo

Julio ha vuelto a nacer. Esa es su sensación permanente desde hace unos días. Recuerda como decidió hacerse oficial de la marina mercante, después de la Guerra Civil, porque descubrió que lo que en realidad le gustaba era mandar. Era un mandón nato, mandaba a sus hermanos, a sus primos, a sus compañeros de colegio. Y los demás le obedecían. Por el contrario, se había dado cuenta que detestaba del todo que le mandasen a él, estar bajo la jerarquía de nadie, tener que obedecer las órdenes de otro. Y también que el único que realmente mandaba sin tener por encima más que a Dios mismo, era el capitán de barco. Así que se esforzó y consiguió el ansiado título de capitán de la marina mercante estudiando primero en la Escuela Náutica y luego pasando por todos los grados del escalafón, subiendo poco a poco por la escalera que le llevaba hasta su objetivo. Nunca puso zancadillas ni codos, y todo lo ganó en buena lid. Lo hizo pudiéndose mirar al espejo con satisfacción porque tenía que vivir consigo mismo a todas horas, y quería poder mirarse a la cara sin tener que bajar la vista. Ahora no le pesa la soledad del mando, pese a que, en efecto, este es un lugar solitario. Había hecho amigos, había compartido momentos difíciles con muchos hombres, de muchos de los cuales ni siquiera conocía el nombre. En un barco, las distancias entre el capitán y el marinero son semejantes a las que existen entre un potentado de Pedralbes y un chabolista del Somorrostro, pese a ser un espacio mucho más reducido. Los capitanes rara vez conocían a todos los hombres bajo su mando, aunque, de todas maneras, todos formaban parte de aquel grupo que navegaba en un pequeño universo durante semanas sin ver tierra, y del que él era el rey. Da vueltas y más vueltas a la revisión de todas las decisiones que le han traído hasta aquí. Los destinos que había pedido, las vacaciones, el noviazgo y el matrimonio con Lola, su opción inequívoca por la honradez, sus ganas de vivir… Y también a las triquiñuelas del destino, que le había abierto unas puertas y cerrado otras, que le había mostrado unos caminos y no otros: aquel buque del que no le concedieron el mando, el naufragio con el capitán Peral frente a Santarem, el brazo roto que impidió asumir aquel relevo que le hubiese promocionado. Y ha llegado al día de hoy de manera distinta a como él hubiese escogido, desviado de sus planes de futuro por pequeñas y aparentemente intranscendentes carambolas sobre el verde tapiz de la vida. Y, en este momento, siente a la vez una alegre euforia por estar vivo, al tiempo que una triste pesadumbre por aquellos que ha perdido. Y se promete a sí mismo vivir el presente, antes que soñar el futuro o quedarse colgado de las historias del pasado. Esta vida recién estrenada ha de ser una vida de presentes. Para enfrentarse al mar, la presencia y la atención son necesarias en cada momento, porque aquel puede ser muy brusco en sus arrebatos. En él, siempre se navega con la muerte pegadita a la espalda. Vivir cada presente con intensidad se le antoja ahora la única opción posible.

El océano semeja un paisaje montañoso en permanente cambio. Sin apenas ruido, la enorme agitación de la superficie líquida, con enormes valles entre elevadas montañas de hasta diez metros de altura, hubiesen producido en el observador un enorme vértigo y, quizás, un miedo insoslayable. La oscura masa sólo se rompe en las crestas de las olas cuando la violencia del viento las hace blanquear en breves rompientes de espuma. No obstante, nada de esto puede apreciarse en la oscuridad de una noche sin luna. En la negrura más absoluta, sólo los chapoteos de esas crestas rompen el silencio. Y, sin embargo, poco antes, este panorama se había visto alterado por la presencia de un navío, distinguible entre la oscuridad por sus luces de posición, antes de desaparecer entre el oleaje.

Son las cuatro de la madrugada. Se inicia un nuevo turno de guardia en el puente de mando del Halcón Peregrino. El tercer oficial debería entrar ahora en la austera sala de gobierno del buque para relevar al segundo, pero ya hace un rato que ambos están allí, con el capitán, agarrados al pasamanos que recorre la sala por la proa, bajo los ventanales. El balanceo es enorme, porque la nave tiende a atravesarse al oleaje al tener las máquinas paradas, mientras en sala de calderas el calderetero y el jefe de máquinas se esfuerzan para repararlas, en la enésima e inoportuna avería de esta desgraciada travesía. En el puente, un poco por detrás de los oficiales que observan por los ventanales el amedrentador panorama de caos, el timonel se esfuerza, a golpe de timón, en disminuir la deriva, tarea inútil con la mar arbolada que viene de popa y que, con el buque atravesándose, entra por la aleta de estribor. El resto de la tripulación está en sus camarotes, sin poder conciliar el sueño, pero intentando descansar un poco antes del nuevo día, que a este paso va a ser muy duro. Ya llevan dos jornadas bajo los chubascos, con un enorme vendaval y un tremendo oleaje del que no han podido escapar y que hace emitir siniestros crujidos al viejo casco. Los hombres del puente tienen la sensación que, si no se pone pronto en marcha la hélice, el brusco bamboleo del barco puede hacer que el grano que transportan en las bodegas se desplace, rompiendo las mamparas y haciendo que la escora sea irrecuperable. El oleaje barre las cubiertas de estribor a babor con enormes masas de agua, la oscuridad es absoluta, el rugido del viento al chocar con la arboladura y las cubiertas superiores compite con el choque de la masa de agua contra el casco. En la parte superior de los palos y a ambos lados del puente, el movimiento de las luces de posición delata el enorme balanceo del buque. Sólo ellas rasgan la oscuridad con su débil resplandor. De repente, la inclinación se hace más brusca, y las pequeñas luces se desplazan súbitamente y desaparecen en las aguas negras. El silbido del viento se desvanece. Con un crujido, el navío desaparece bajo las aguas. Y, con él, toda la tripulación. El Atlántico se lo ha tragado, sin dejar rastro.

En el puerto de Boston, separándose ya del East Side of Pier no. 4, el Halcón Peregrino inicia la maniobra de salida. Ayudado por los remolcadores y dirigido desde el puente por el práctico embarcado, se prepara para iniciar la travesía hacia el puerto de El Ferrol con nueve mil toneladas de maíz, suministrado por la Boston Grain & Flour Exchange Inc., cargado durante cuatro días de polvo y ruido. Los estibadores habían compartimentado las cinco bodegas y sus entrepuentes con las estructuras de puntales de acero y entablonada de madera, que deberían poder resistir los empujes laterales del grano si el océano se ponía tempestuoso. Sin embargo, Andrés López, el primer oficial, se había inquietado con el montaje de una única divisoria en la bodega y, aún más, ante la respuesta prepotente de los americanos cuando cuestionó su suficiencia estructural. Tuvo que arrugarse ante ellos, pero no se había quedado tranquilo.

No le gustaba el transporte a granel, y menos de cereal. Tornaba el buque más inestable, sobre todo si se producían vías de agua, muy difíciles de localizar y reparar. Además, como el proceso de carga era muy rápido, no dejaba tiempo para desembarcar y bajar a la ciudad, visitar alguno de sus bares con música de jazz en vivo y comprar recuerdos y algún material para ganarse unas pesetas con su venta en España. Pese a todo, él había podido adquirir unas cuantas estilográficas Parker, fáciles de escamotear a los carabineros, y unos pocos discos de Nat King Cole, Ella Fitzgerald y Billie Holiday, para su disfrute personal. Estaba soltero, y ello le permitía ciertas libertades. No era cierto aquello de “los marinos, una mujer en cada puerto”. En su caso, nunca había una mujer esperando. Pero siempre la encontraba después de lanzarse a la aventura y a la conquista, con la premura del tiempo limitado, que era a la vez un aliciente y un seguro contra el compromiso. El no podía ni quería comprometerse. Era un marino mercante, hoy aquí, mañana quién sabe. Estaba impaciente por iniciar el viaje de regreso, porque parecía que estaban en la pausa entre dos potentes borrascas y, si las máquinas no daban la guerra que había dado a la ida, quizás podrían mantenerse en ese intervalo y tener una travesía sin sobresaltos. Cuando los remolcadores habían cesado en su tarea y el práctico ya se despedía, el capitán sacó una botella de vino de Jerez y, los tres juntos, hicieron un brindis por un buen viaje. La había reservado para la ocasión: era la última travesía antes de su jubilación. Vieron alejarse la barca del práctico y emprendieron rumbo al Este a ocho nudos de velocidad.

El capitán David Arístegui está harto de temporal y de este Halcón Peregrino que más parece un palomo viejo. Aún faltan diez días para llegar al puerto de Boston y no han cesado los temporales con mar gruesa y chubascos desde su salida de El Ferrol. Afortunadamente, van en lastre, pero no va a ser una buena travesía si a la vuelta, con el buque en carga, el tiempo no mejora. Empieza a lamentar haber solicitado este mando en su último relevo. Había sido un impulso romántico del que ahora se arrepentía. Su mujer, Consuelo, le había pedido que escogiese otro destino más tranquilo, un barco que hiciese el Mediterráneo o singladuras entre puertos de la península. Ya no necesitaba hacer méritos y ella había sufrido mucho con las travesías trasatlánticas, con los retrasos, las borrascas, los peligros que el océano en invierno comportaba para cualquier navío que se adentrase sus caminos sin camino, enfrentando las bestias de los abismos que no eran otras que las inmensas olas y las averías imprevistas. Pero el romanticismo le impulsó a desear atravesar el Atlántico por última vez, como un homenaje a su primera travesía, hacía ya más de veinte años. En aquella el tiempo fue plácido, y él quedó para siempre seducido por los horizontes infinitos, el ruido regular de las máquinas, los cielos nocturnos plagados de estrellas. Y ahora añora la tranquilidad de su casa en San Sebastián, los paseos por La Concha, las partidas de dominó en el casino, la risa de sus nietos. Se da cuenta que este viaje es un postre indigesto para su carrera, y lamenta tener que comérselo. Pero ya lo había pedido, estaba a la mitad, y tendría que apurarlo hasta el final lo mejor que pudiese. También le había seducido hacer la travesía en el Halcón Peregrino. Le gusta la comodidad del buque, con sus salones amueblados más propios de un buque de pasaje que de un carguero. Los camarotes son amplios y confortables, y el camarote y despacho del capitán están en una cubierta exclusiva, entre la que ocupan los del resto de los oficiales y las salas comunes, debajo, y la ocupada por el puente de mando, encima. Los muebles son de una madera rojiza, con tapicerías de un ocre dorado. Los detalles de cerrajería de latón, que procura que estén pulcramente limpios, le dan una sensación añeja, muy placentera. Sin embargo, el mercante ya no esta para navegaciones transatlánticas. El casco tiene una propensión a sufrir vías de agua con mar gruesa, que hay que taponar desde el interior, cosa complicada con el buque en carga. Además, los  tubos que pasan por el interior de las calderas para convertir el agua en el vapor que acciona las turbinas, se perforan cada vez más a menudo. Estas roturas obligan a apagar las calderas, enfriarlas, entrar en su interior para soldar los tubos rotos y volver a ponerlas en marcha, dejando el barco sin máquina y sin gobierno durante el tiempo considerable que dura la reparación. En una tormenta oceánica, esto es muy peligroso. Realmente, el Halcón está viejo, tanto como él. A ambos les ha llegado la edad de la retirada. Para él, éste será el último viaje, y parece que el invierno atlántico quiere amargárselo con un tiempo endemoniado.

Acababa de hablar por radioteléfono con Julio Aguirre, el capitán del Bellaguarda, un moderno carguero de la misma compañía que volvía de Boston con carga de carbón. David sabía que a Aguirre le gustaba el Halcón Peregrino, como a él mismo. Los nuevos mercantes de la compañía eran mucho más marineros, se comportaban mejor tanto en lastre como en carga. Pero el encanto de los alojamientos del Halcón ya no existía, y los buques modernos eran más funcionales y sencillos. Quizás por ello le comentó a Julio los problemas que estaban teniendo con las máquinas, para que fuese consciente que no era oro todo lo que relucía. Acabaron la conversación deseándose buena singladura, y se separaron sin saber que nunca más volverían a tener contacto.

Julio Aguirre está a punto de emprender su última travesía al puerto de Boston a bordo del Bellaguarda. Después de ello, tendría su correspondiente permiso y, cuando se reincorporase, lo haría en un nuevo destino, como es habitual. Y, puestos a hacer, piensa pedir el mando del Halcón Peregrino. De hecho, este relevo ya quería haberlo realizado en ese buque, pero su petición había quedado por detrás del veterano Arístegui, que estaba a punto de jubilarse, y a él le habían asignado el Bellaguarda. Aún cuando es más moderno y mejor que el Halcón, éste tiene solera y comodidad, pese a que ya le consta que le falta poco para el desguace. Tiene muy buenos recuerdos en ese buque, que había podido capitanear en varias ocasiones, y con algunos de sus tripulantes, y quiere despedirse de todo ello antes que lo retiren al astillero. Los oficiales rotan por los barcos de la compañía con cada relevo, y es difícil coincidir con miembros de tripulaciones de mandos anteriores. Julio sabe que algunos antiguos compañeros y amigos aún están en el Halcón Peregrino y ello constitye otra buena razón para desear su mando.

Poco sabe Julio que ese próximo relevo nunca se va a producir como él planea y que, en aquellos vericuetos de la vida, el destino le había desviado de un camino que le hubiese llevado a la muerte. Julio aún no sabe que ha vuelto a nacer.





La Rambla


Belén Garí

Havia quedat amb el Jordi, el seu fill, a les 5h al Zurich. Era encara d'hora per la cita. Trobà un banc davant una parada de Bicing des d'on podia contemplar el carrer dels turistes. "La Rambla o Les Rambles?" va pensar mentre treia un sudoku i un boli. Pocs metres vertebren la vida turística de Barcelona. Com pot ser una ciutat tan gran amb una columna vertebral tan petita? Des d'una Plaça Catalunya mal urbanitzada, on mai tens la sensació de ser a una plaça, fins a aquell dit de Colom que assenyala Amèrica, la longitud del qual és una llegenda urbana. I als costats dos grans caos de carrers antics, la roba estesa, els immigrants, les putes, la droga, el pixum...

-Hola mare, ja ets aquí?
-Ah, hola carinyo. Què vols que fem, passegem una mica o prenem un cafè?

Ben bé no sabia el motiu de la cita. El Jordi estudiava a la Universitat i era un lloc molt proper i còmode per a ell. Però què volia, si era només veure-la o si volia anar a algun lloc concret, no ho tenia clar.

-Millor baixem Rambla avall, no? Si no estàs cansada.
-No, no. Perfecte.

Els plàtans tenien fulles verdes noves de la primavera. Sota els arbres, el carrer era una festa de color: totes les races, totes les edats, totes les formes de vestir possibles, els sons de mil accents. Un riu lliscava lentament, com l'aigua a les pedres, xocant, esquivant, parant, seguint.

-Quanta gent!
-Sí, ara tot l'any és temporada alta. Vols que busquem algun lloc més tranquil?
-No, de debò, m'agrada veure aquest espectacle. Però... una cosa...anem a algun lloc concret?
-No mare, no. Volia quedar amb tu per parlar una estona.
-Fa temps que no parlem, sí..
-És que volia explicar-te un projecte.
-Ah...
-No sé que et semblarà.
-Digues.
-Me'n vull anar a Londres. Anar-me'n un any a partir de juliol.
-Un any...
-Sí, mira, saps que al juliol de 2012 se celebraran els Jocs Olímpics a Londres. Doncs aquest és un projecte per joves que vulguin participar en l'organització, dinamització, fer tota mena de tasques de suport durant un any.

Olimpíades.

Per la Montse aquesta era la paraula preferida entre totes les del diccionari! Només sentir-la, la seva ànima viatjava en el temps i podia olorar-ne el perfum. Què se n'havia fet d'aquella Barcelona del 92? D'aquell estiu inoblidable on tot estava per fer i tot era possible? Ni una nit d'aquell juliol havia dormit. Estrenava un amor gran, apassionat. Portava vivint amb ell uns mesos. El pis de Gràcia on s'havien mudat tenia 25 metres quadrats. Una simple habitació amb cuina americana i un bany. Un àtic a on hi arribaves després de pujar per una escala infecta, set llargs pisos. Sortien de casa, el seu niu d'amor, i baixaven per la Rambla Catalunya ( llavors deien La Rambla i Les Rambles) i ja eren a Canaletes per celebrar una altra victòria del Dream Team del Cruyff, o potser ja era la revetlla de Sant Joan i tocava sortir. I aleshores van arribar els Jocs. Van conèixer tanta gent! Van veure molts esportistes, el Dream Team de veritat: l'equip americà de basquet, els futbolistes, els atletes... Barcelona es va omplir de turistes. En aquell ambient no feien nosa, eren atractius, especials. Els brasilers portaven els balls i els colors per tota Ciutat Vella. Els italians els crits i els cants amb la "tricolore" a l'esquena. I ells dos... ells compartien una passió immensa, amb aquella alegria que se sent enmig d'un somni fet realitat.

-Mare, què et sembla? Crec que no cobraré, és més aviat feina de voluntariat, però ho tindré tot cobert, menjar i allotjament. Coneixeré gent, faré contactes i milloraré el meu anglès.
- Que què em sembla? Saps una cosa fill? Aquest projecte és ideal per a tu. Tu ets un nen olímpic.
-Un nen què?
- El teu pare i jo vam anar a viure junts al 92 quan Barcelona va celebrar els seus jocs olímpics. L'any següent ens casàvem i als pocs mesos, cap al febrer del 94 vam treballar tots dos de voluntaris a unes altres olimpíades, a Lillehammer.
-A Noruega?
-A més de 20 sota zero.
-I...
-Per això et dic que tu ets el producte de Barcelona 92 i Lillehammer 94. Un veritable nen olímpic.
-Ho sabia! Estava destinat a participar en aquest projecte!
-Promet-me que ho disfrutaràs molt, molt molt
-Es clar que sí, mareta! Si puc us aconseguiré entrades al pare i a tu.




Maleïdes interrupcions!

Belén Gari 
(Relat de la Nuri reconvertit en polifonía de narradors. Gràcies, Nuri!)

Hi ha dues entrades a la llibreria Norli: la principal, pel carrer Karl Johan i la lateral del carrer de la Universitat. Per aquesta segona entra una dona de mitjana edat que camina amb decisió cap els prestatges de novel·la negra. Els llibres presenten un ordre perfecte, exquisit. A aquella hora no hi ha gaire gent, tres o quatre persones. Ella va directa a un taulell on s'exposen les novetats. Mira uns segons els títols, n'agafa un. L'obre, llegeix breument i el tanca amb un somriure. Es dirigeix a la caixera més propera i el paga. No s'entretén més. Surt al carrer per la porta principal. Un cop a l'Avinguda Karl Johan busca un cafè amb taules a fora. Avui fa un dia esplèndid. Escull una taula una mica arraconada.

"Ho tenia tot pensat. Faria la motxilla i així que arribés mitja nit me la penjaria a l'esquena i lligaria l'enfilall de llençols" Quina hora és? Ah, les quatre, tinc temps, "llençols i mantes a la barana del balcó per tal de penjar-me i fugir lliscant façana avall. Només esperava que no es desfés cap dels nusos..." Vaja! Aquest llibre promet! "Per sort meva, el tros que em separava de terra no era gaire i amb un petit salt vaig poder arribar sense cap problema." Demano un cafè? Bé ja vindrà el cambrer. "Ho tenia tot pensat.." ai no! això ja ho he llegit, per on anava? Pel salt, a sí "A continuació em vaig alçar per arrimar-me a la paret" Ai caram! I ara qui és? Sí? No, gràcies. El butano, el butano! Amb els anys que fa, ja haurien de saber que no utilitzo butano! "Ningú no em podia veure. La paret i jo érem una. Per això el grumet de l'hotel que restava fumant a l'entrada principal no es va adonar de la meva presència." Un cafè amb llet, gracies. "Ningú.." ah, no... "Per això.." bla bla bla, aquí "I així que va tornar a dins, vaig escapolir-me a l'aparcament tot travessant el jardí que el separava de l'edifici..." Mecasun dena! Si? Hola mare. Nerviosa? No, no, tranquil·la. Només es que estava mirant de llegir i sembla que avui no serà possible. Què vols? Dissabte? Sí, d'acord, doncs, ja m'empescaré alguna cosa. Apa, fins dissabte. "...el separava de l'edifici. A continuació només em restava trobar un cotxe amb la porta del conductor oblidadament oberta. Bingo!" Un regal pel pare, no sé que vol, ja té de tot "Un Bentley MKVI. Una mica ostentós, però si no hi ha res més... Per sort a aquests cotxes no costa gaire de fer-los un pont per arrencar-los..." l'ambulància? bombers? La mare que els va....!

Amb un cafè amb llet aquesta s'hi queda tres o quatre hores. No ha passat de la primera pàgina, clar com que no para de contestar el mòbil. M'està ocupant precisament la taula reservada per la senyora Jansen, ella sempre vol aquella. No li he dit res perquè com em demanava un cafè he pensat que s'hi estaria poc. I si li porto el compte? Entendrà la indirecta? Ah, no , no cal.  Agafa el bolso. Quin soroll aquesta ambulància!







ELS ASSASSINATS


Nuri R. Marinel·lo

–A veure, a veure, tornem enrere, si us plau, que encara no m’ha quedat gaire clar tot plegat: El senyor Tims, la víctima, era germà de la senyora Laundry que viu a dues cases de la d’aquest.
–Sí.
–El senyor Tims era solter i vivia sol.
–Sí.
–Sa germana és vídua, té dos fills casats de fa poc i la relació amb el seu germà no es pot dir que fos exemplar.
–Sí.
–La veïna de la dreta del senyor Tims és la senyora... mmm ...sí, sí, aquí ho tinc, la senyora Martha Trauford. També vídua, però sense fills i amb un gat gris perla. Tampoc molt amiga d’en Tims.
–Correcte.
–Perfecte. Anem bé. Ara li toca a la veïna de l’altre costat, la que hi ha entre en Tims i sa germana: La Sra. Calpurnia Crow. Vídua, també. Amb una filla casada i un fill que encara viu amb ella... Ah, sí! I un gos barreja d’hispaniel i teckel.
–Sí, sí. Per ara totes les dades coincideixen amb les meves.
–Doncs ara venen les preguntes: Qui l’ha matat? Per què? Com? Amb què? Quan?
–L’última aviat ens la respondrà el departament forense d’aquí a mitja hora, més o menys. L’única cosa clara és que no ha estat amb un arma de foc, sinó amb un ganivet o estri semblant.
–I ja l’han trobat?
–Ho ignoro. Fins ara no ha estat així. Si vols torno a entrar i els ho pregunto.
–A veure espera’t un moment que ara en surt un de la casa. Escolti sergent, se’n sap res de l’arma?
–Ho sento, però no. Per més que ho hem escorcollat tot, aquesta no apareix. Jo diria que l’assassí se l’ha enduta.
–Molt bé, doncs, ja sap què fer. Faci regirar tots i cada un dels exteriors propers a la casa a veure si se n’ha desempallegat en algun racó, cubell d’escombraries, clavegueres...
–També ho estem fent això, detectiu, però res de res. Ni una pista. Què més vol que fem?
–Res més. Així que hagin acabat ja podran plegar. El meu company i jo anem a la comissaria a informar el cap i ja ens veurem.
–D’acord.


«Bufa, quin cas que m’ha tocat! Quin fàstic de crim... Crim? Tims? Sí, sí, ja me’n recordo! D’allò deu fer vora onze o dotze anys. Però diria que ja el vam resoldre, no? Haig de parlar amb el comissari i esbrinar-ho perquè, com sigui veritat...»


–Endavant, entri!
–Bon dia, comissari!
–Bon dia, Rockwell! Ja ha tornat?
–Sí senyor. I penso que pot tenir a veure amb el primer cas que em van assignar com a ajudant del meu excompany, l’Stockbood, fa cosa d’onze o dotze anys.
–De quin cas em parla? Només fa quatre anys que sóc aquí.
–Té raó, perdoni. Miri aquí li porto el dossier d’aquell afer. Com podrà veure vam pescar l’assassina, és a dir que està tancat. Però, tot i així, el d’ara li ben asseguro que presenta els mateixos paràmetres.
–D’acord. Me’l crec. De totes maneres ara deixi’m una estona per poder llegir-me l’anterior i fer-ne les comprovacions amb les notes que vostè hagi pres del d’avui.
–Perfecte, doncs, aquí li deixo el meu bloc i aprofitaré per anar a prendre’m un cafè que ja fa hores que rondo.


–Ep Rockell, tranquil, que per més cops que li donis a la màquina!
–Ostres tu! És que mai vindran a arreglar-la? I segur que quan la mena de cafè es digni a sortir m’esquitxarà la camisa!
–En això tens raó. La meva dona ja està tipa de posar-li llevataques a qualsevol part de l’uniforme, diu que és per això que no podem anar-nos de vacances.
–Òndia! Té, ja està! Gairebé tot el cafè als pantalons i les quatre últimes gotes al vas.


–Ja m’he llegit el cas Tims i estic amb vostè: el d’ara és una calcomania d’aquell. Ha telefona’t a la presó per saber si la culpable continua dintre?
–Sí senyor, hi continua. Encara li resten uns trenta anys. Tot i així he pensat de fer-li una visita per veure si en pot tenir alguna relació.
–Ben pensat. Tot plegat comença a semblar un cas de pel·lícula, però...
–Però.
–D’acord, doncs, Rockwell. I si el que esbrini no té gaire importància, faci’s un favor, passi’s per casa i dormi un parell d’hores que li està fent falta.
–Així ho faré, fins després.


–Home, hola Stockbood! No sabia que t’haguessin avisat per veure com celebren la meva marxa tota aquesta patuleia de policies.
–Doncs sí. I és clar que no m’ho podia perdre. Ets dels millors ajudants que vaig tenir.
–Gràcies, doncs, pren-te una copa a la meva salut mentre deixo anar les quatre paraules d’agraïment que m’obliguen a dir tota aquesta tropa... I alceu tots plegats les copes per brindar per la meva desaparició, després d’haver pogut gaudir de la vostra companyia al llarg de tots aquests quaranta dos anys! Gràcies, de tot cor, a cadascun de vosaltres que m’heu sabut fer costat en la resolució de tots els crims que han passat per a aquestes les meves mans... I ara de debò, brindeu ben fort perquè per fi desapareixeré de les vostres vides!


–Hola Rockwell! Sóc l’Stockbood
–L’Stockbood? Ostres tu, no em diguis que avui era quan havíem d’anar de pesca! Si tot just m’acabo de posar al llit!
–Veig que et costarà de canviar els mals hàbits, eh? Però no, avui no havíem d’anar a pescar, sinó demà passat.
–Perfecte, doncs què vols a les tres del matí del meu primer dijous de jubilat?
–M’acaba de telefonar el comissari. Ens necessita.
–El comissari? Per què? A tu i a mi? Quina mena de broma és aquesta?
–No és cap broma. Acaba de tornar a haver-hi un altra assassinat com el d’en...
–...Tims?
–Correcte.
–I? Tu i jo ja no treballem per a ell!
–El mateix li he dit jo. Però m’ha suplicat que fem una excepció i, com a col·laboradors externs, prenguem part en la investigació. Per mi que els de més amunt l’estan pressionant.
–De ben segur. En fi, m’acabo de posar el barret i surto per la porta. Vols que et vingui a buscar?
–Em faries un favor. Fa dos dies que em van retirar el carnet.


1r CAS TIMS (25 d’abril 1979)
Víctima: Sr. Anthony Tims, solter, 58 anys, Enginyer d’obres i camins, vivia sol
Lloc: 14, Dwing Street (NY)
Sospitoses:
1/ Sra. Litzie Laundry, germana Tims, vídua Sr. Paul Laundry, 56 anys, dos fills casats (Alma i Paul), relació no exemplar amb el germà. 20, Dwing Street (NY)
2/ Sra. Martha Trauford, veïna de la dreta d’en Tims, vídua, sense fills i un gat gris perla. Tampoc molt amiga d’en Tims. 16, Dwing Street (NY)
3/ Sra. Calpurnia Crow, veïna entre en Tims i sa germana, vídua, una filla casada i un fill que encara viu amb ella i un gos barreja d’hispaniel i teckel. 18, Dwing Street (NY)

2n CAS TIMS-TROUTH (27 de maig 1990)
Víctima: Sr. Anthony Trouth, solter, 58 anys, Enginyer tècnic, vivia sol
Lloc: 14, Tee Street (NY)
Sospitoses:
1/ Sra. Lauren Lepper, germana Trouth, vídua Sr. Peter Lemor, 56 anys, dos fills casats (Anne i Patrick), relació no exemplar amb el germà.
2/ Sra. Mary Tips, veïna de la dreta d’en Trouth, vídua, sense fills i un gat gris perla. Tampoc molt amiga d’en Trouth.
3/ Sra. Clair Chaud, veïna entre en Trouth i sa germana, vídua, una filla casada i un fill que encara viu amb ella i un gos barreja d’hispaniel i teckel.

3n CAS TIMS-TITWEL(29 de juny 2001)
Víctima: Sr. Alex Titwel, solter, 58 anys, Enginyer tècnic, vivia sol
Lloc: 14, Valley Street (NY)
Sospitoses:
1/ Sra. Lorna Litzelmeyer, germana Titwel, vídua Sr. Pearl Litzelmeyer, 56 anys, dos fills casats (Adelle i Peter), relació no exemplar amb el germà.
2/ Sra. Mirna Trumb, veïna de la dreta d’en Titwel, vídua, sense fills i un gat gris perla. Tampoc molt amiga d’en Titwel.
3/ Sra. Carol Clinwell, veïna entre en Titwel i sa germana, vídua, una filla casada i un fill que encara viu amb ella i un gos barreja d’hispaniel i teckel.


–Tot quadra. Només canvien els noms dels protagonistes i de l’escenari del crim.
–Sí. L’únic que no canvia són els animals: un gat gris perla i un gos barreja d’hispaniel i teckel.
–Sí, i que en el primer l’assassina va ser la propietària del gos i en el segon la del gat i, a més, que sempre passen al mes correlatiu, dos dies més tard, 25, 27 i 29, abril, maig i juny i cada onze anys.
–Correcte. Però ja no queden més animals a la llista.
–Aleshores?

 31 de juliol de 2022. Apareix un nou cadàver calcat a tres crims antics. Els detectius que se’n van fer càrrec aleshores ja són morts. Qui s’encarregarà del d’ara?







El testamento


Nuri R. Marinel-lo

En aquellos tiempos quedáronse todos de lo más sorprendidos. ¿Quién hubiera pensado jamás en su final eterno? ¿De verdad podía haber muerto? ¿Y por qué? ¿Y cuándo? ¿Y cómo? Lo primero está claro, porque es ley de vida; lo segundo apenas hacía un par de días; y lo tercero, ni yo lo sé a ciencia cierta, pues todos y cada uno de les periódicos de la época parece ser que disponían de exclusivas únicas. Más, dejémonos de zarandajas y pasemos a lo que en realidad importa: su testamento. ¿De qué tipo? ¿Quién estaba incluido? ¿Había más de un heredero? Y, si era así, o no, ¿qué legó?

Cabe decir, ante todo, que la notaría donde se reunieron todos los intervinientes no era el típico caserón sombrío de la época, sino todo lo contrario. Éste se hallaba en un pequeño bosque verde y frondoso coronado por una gran abertura que dejaba pasar sin dificultad los rayos del sol. Y, donde encontraríanse colocados los libros de leyes, en ese caso, éstas dormían en cada una de las hojas habidas en el lugar. Eso sí, la mayoría eran semejantes a las de los hombres, pues se tenía claro que si aquéllas estaban bien, no había porqué desaprovechar lo que ya estaba escrito.

Mas siguiendo el relato, aunque ninguno de los presentes pusiérase de acuerdo en el grado de parentesco que con él compartían, en lo único que coincidían las distintas prensas de esos tiempos era en su nombre, tipo de pariente que era y algún que otro dato de carácter personal y que, por no aburrir y evitar que se pierda el hilo, por ser unos cuantos, listaré en un momento:

Sr. Niop (tal vez el más blando de todos, sin embargo, no por ello el menos querido, era primo hermano por parte de madre)
Sr. Albero (primo segundo por parte de madre)
Sr. Abies (primo cuarto por parte de padre, la parte de la familia más noble, con un porte distinguido de los que no había, aunque se lo tuvieran un poco creído)
Sr. Beoca (primo segundo, aspecto recio, acostumbrado a vivir en sitios duros y secos, todo un aventurero)
Sr. Solia (primo del sur de Italia y, como tal, de aspecto duro)
Sra. Malpa (prima sexta por parte de padre, la única chica, tiene un negocio de fibras para escobas, esteras  y rellenos tapicerías que le va muy bien)
Sr. Fresón (de aspecto enfermizo, cenizo, aunque muy agradable, experto en adornos navideños)
Sr. Lauro (primo lejano, desconocimiento grado exacto de parentesco, cocinero)
Sr. Prius (personaje que no suele ser trigo limpio, incluso ronda la idea de que podría no ser familiar… aunque ante la duda, y para evitar posibles conflictos…)
Sr. Kovazel (Siciliano, parte de su familia vino de la Siberia, años ha, cabrero de oficio)


Pues bien, teniendo en cuenta todos estos posibles herederos del fallecido, prescindiendo de los dires y diretes existentes, pues ello implicaría alargar sin más el verdadero acontecimiento que pretendo contar, he aquí cómo aconteció la lectura del testamento que él mismo, tiempos antes de su postrero proceder vital, redactó de su puño y letra, tal y como justifican las firmas de dos de sus mejores amigos de correrías que aviniéronse a hacerle de testigos:

–Muy bien, señores, y señora, aquí presentes, si les parece iniciaré el proceder de la lectura del testamento. Y, para no alargarnos mucho con el preámbulo, pues todos sabemos de quién tratamos, pasaré directamente a leer a partir del momento en el que éste dice: «…en pleno uso de mis facultades mentales y teniendo firme y deliberada voluntad de otorgar este testamento ológrafo, todos los aquí presentes se preguntarán qué puede ser lo que yo tenga para repartir, puesto que, como bien saben, nunca he sido dado a acumular riqueza de tipo alguno. Sin embargo, nadie podrá negar que, hasta el momento, he dispuesto bien más preciado de nuestra especie: el alma. Y eso vale más que cualquier otra cosa. Por ello, un buen día recele yo al Hacedor pidiéndole que, llegado el momento, aviniérase a no quedarse con ella, sino que pudiera traspasársela a alguno de ustedes, ya que, si no veía inconveniente, desde que me la concedió y se supo de ello, era bueno para la humanidad.
Reconozco que me ha sido más que harto difícil decidirme por cuál de ustedes quedarme, sin embargo, y yendo ya al grano, ordeno mi última voluntad en las siguientes disposiciones: instituyo y nombro por heredero universal de mi única y más preciada posesión, mi alma, al primo hermano Niop que, aunque sea considerado uno de los más comunes de los nuestros, es, sin duda, a mi parecer, uno de los más queridos, bien sea por su maleabilidad como por su resina. Y en defecto de éste, en su representación, a cada uno del resto de los convocados conforme a su grado de dureza (del más blando al más duro). Ante esto último deberán disculparme los que se hallen a la retaguardia, lo hago para que dispongan de tiempo para reblandecer un poco su condición que, aunque para algunas cosas es totalmente válida, no lo es tanto para transmitir mi quehacer principal, que bastante costome aprender: decir siempre la verdad.
Designo a don Zorro y don Gato como albaceas solidarios que, además de las facultades legales, tendrán, también, la de retener mi alma siempre y cuando su nuevo propietario no haga buen uso de ella y, en caso de que tal circunstancia aconteciera, la impondrían de inmediato al siguiente de ustedes, como ya he dicho.
Terminando este mi testamento, sólo cabe especificar mi deseo de la sucesión de mis dos albaceas para el momento en el que éstos sigan mi mismo fin. Para ello, designo a cualesquiera de mis futuros y posibles herederos para que escojan al ser de cuatro patas con mejores cualidades de arbitraje existente en el momento. Y, todo eso, en un tiempo de dos días, ya que no desearía que el asunto se demorase sin ton ni son.
Finalmente, lo único que quiero es que se cumpla y ejecute en todas sus partes, como mi última y deliberada voluntad, este mi testamento, del que no existen más copias ni previo alguno, por lo que, en caso de que a alguno de ustedes discurriere alguna mala acción contra el heredero, automáticamente dejaría de existir de la lista sucesoria mencionada.
Así lo otorgo, en el lugar y fecha arriba indicados, escrito íntegramente de mi puño y letra en cuatro folios que firmo ...etcétera, etcétera, y con los últimos prolegómenos de cualquier documento de esta índole, acabose el famoso asun… perdón, en realidad, dicho testamento termina con la firma de su autor: Pinochio.

fin



El text Eric Clapton viatja en tramvia, de Xavier Pueyo, és el guanyador del Premi Sant Just de Narrativa, 2011.


Felicitats Xavi!





Eric Clapton viatja en tramvia

Xavier Pueyo 


Ja és de nit a la ciutat, i els llums dels fanals, els cotxes i les botigues es reflecteixen sobre el paviment, mullat per la pluja recent. El Jaume camina, amb pas feixuc, cap a la parada del tramvia que l’ha de dur cap a casa. Les onze tocades és molt tard, per sortir de la feina, però avui no ha plegat fins que ha tingut el projecte revisat i ficat en un CD, que l’endemà anirà a la copisteria.

El Jaume, ara, sent aquesta mena de buit que l’acompanya sempre en el moment en que, per fi, un projecte es tanca definitivament. Sembla mentida l’entusiasme que sempre li desperten els inicis, quan tot està per fer i tot és possible, citant en Martí i Pol. És l’enamorament de la febrada creativa, d’imaginar, d’esbossar. Després, però, s’arriba a la fase de desenvolupament i de detall, on l’encant desapareix, però no l’amor. I toca dimensionar, calcular, redactar tota mena de memòries i plecs i annexes, i amidar i pressupostar, i corregir-ho de dalt a baix per que tot quadri. I, quan el document sembla acabat, llavors comença el moment del desamor i la infidelitat, en que client, els auditors, l’Administració, els polítics, tothom hi fot ma i comença a marejar-se el projecte, a modificar i corregir allò que ja s’havia corregit i modificat altres vegades, fins que s’arriba a la fi d’aquest calvari i s’aconsegueix, com avui, no se sap si per esgotament de totes les parts, tancar. I el Jaume ja no sabria dir exactament quant de fill propi té el projecte i quant és bastard. I per això acabar-lo és una mica com la fi d’una relació amorosa, en la que el buit i la decepció d’allò que podia ser i no ha estat volen per sobre de l’alegria i la satisfacció per la feina feta. El Jaume, que només porta cinc anys a la professió, ja sap que això és la norma de tots els projectes i que ningú t’ho explica quan comences, potser per que tampoc no t’ho creuries.
Quan puja al tramvia, com que està a l’origen de línia i és tard, a penes hi ha mitja dotzena de persones, ben allunyades les unes de les altres per preservar la distància de seguretat, que a aquestes hores sembla que s’eixampla. Seu al davant de tot, d’esquena al sentit de la marxa. En aquestes ocasions, prefereix veure com el mon passa sota els seus peus i s’allunya, més que no pensar que avança cap a qui sap on. Ara no vol anar enlloc que no sigui casa seva, vol descansar, vol deixar de pensar. Es col·loca els auriculars del MP3 i escull Eric Clapton per fer el viatge. El tramvia es posa en marxa.
Tres parades més endavant, puja una noia jove. Mentre s’inicien els acords de guitarra de “Wonderful Tonight”, el Jaume la mira, i la mirada li queda enganxada en la bellesa de la noia. El seu rostre l’atrau com el Pol Nord a l’agulla de la brúixola, i li desperta alhora tendresa i sensualitat. Li sembla que ara hi ha més llum al tramvia i que el seu dia té sentit només per aquesta trobada. “Estàs meravellosa aquesta nit”, canta en Clapton, i la noia està ocupada en buscar la targeta de transport per validar-la. Quan enllesteix, creua la mirada amb el Jaume, que es fa el dissimulat, i seu a la filera del davant d’ell, a l’altra banda del passadís, de cara al conductor. Recolza el cap a la finestra i deixa anar la vista sobre els cotxes que passen per la Diagonal, i els reflexos enlluernadors dels llums sobre l’asfalt. Per que ara, a la Laura, això és el que li ve de gust, o més aviat li cal, enlluernar-se amb la llum i no tancar els ulls, fent que amb el plor se li formin estrelletes i ja no vegi més els cotxes ni les motos, sinó un univers estelat. No vol tancar els ulls per que no li vinguin les imatges de l’Oscar, el seu amic, que ara es debat entre la vida i la mort en un llit de l’UCI de l’hospital, ple de tubs que entren en el seu cos amb tota mena de bosses i aparells connectats, amb pantalletes que fan línies de llum verda, hipnòtiques i ondulants, i sorollets de ventiladors i petits bips. El cap embenat, les parpelles closes, inflades i d’un morat com groguenc,... Sacseja el cap, prefereix recordar l’Óscar alegre, l’animador del grup, xerraire compulsiu, guitarrer infatigable a la recerca dels acords del seu idolatrat Eric Clapton. Ara que tot just havia trobat la feina que volia, en una productora audiovisual, fent anar la càmera i ajudant a la producció... Maleïda moto! Tots els amics li deien, que corria massa, que no calia. Però la seva vitalitat l’empenyia a anar ràpid, a esmunyir-se entre els cotxes, a passar els semàfors abans que ningú o quan el vermell ja s’hi posava. Era com una cursa contra sí mateix, per viure la vida contra rellotge. I ara, allà estava, i ja veuríem si se’n sortiria. Sentia les llàgrimes regalimar galta avall, i va buscar a la bossa algun mocador oblidat, per que el paquet se li havia acabat a la sala d’espera de l’UCI, amb tota la colla agrupada sota els llums massa blancs, ara abraçats, ara sols en un racó. Treu un últim mocador rebregat, i mentre ho fa, creua la mirada amb el noi de l’altra banda del passadís. En els seus ulls llegeix l’admiració que sap que desperta en els homes i que tan poc li agrada, però també, això és nou, un interrogant amorosit i compassiu. De cop, sent que li agradaria refugiar-se en aquests ulls i sentir-se acompanyada. Bada una mica i torna a refugiar-se en el carrer, que passa front a la seva vista. L’espera el seu pis buit, el seu llit buit, que avui necessitaria ple d’una presència amiga en la que poder vessar la seva tristor i el seu desconsol. Potser podria fer algun gest de complicitat al noi del tramvia, que potser s’aproparia i l’ajudaria. Però no fa res, per que té por que el que ha vist a la mirada del noi sigui el que ella vol veure ara i llavors trobar-se amb el de sempre: desig, masclisme, manca de compromís.
En Jaume està a punt d’apropar-se a la noia que plora, però no gosa. La mira d’esbiaixada, per que tem una reacció irada si bada massa amb la mirada directa. No se sent amb ganes ni prou valent per afrontar una porta tancada, una altra de l’historial. A més, li falta poc per baixar i es diu a si mateix que té més ganes de trobar el llit que cap altra cosa. Alhora, sent que li agradaria apropar-se i brindar-li la seva presència, només escoltar i prou, per que ell sap quant val sentir-se escoltat en algunes ocasions. I oferir-li un mocador, que sembla que en va escassa. Sap, però, que és covard i que tot això són excuses, i que, encara que estigués fresc com un enciam o anés fins a París en aquell tramvia, no s’atreviria a dir-li res. I no ho fa, i només mira, mentre Clapton va sonant.
Quan arriba  a la seva estació, baixa, tot just quan s’enceta una nova cançó al MP3, “Next time you see her”. I, mentre veu com el tramvia s’allunya com una cuca lluminosa, sent amb una esgarrifança les paraules de la cançó, maleint la seva covardia:
Ella té tot el que un home podria desitjar.
Ella és encantadora, més brillant que una estrella del matí.
Ella és tan bonica, retrat d'una posta de sol.
Ella ho té tot, inclòs el meu vell cotxe.
La propera vegada que la vegis, digues-li que la vull.
La propera vegada que la vegis, digues-li que m'importa.
La propera vegada que la vegis, digues-li que la vull...


DEMÀ


Xavier Pueyo

- No en vull saber res, d’ell.
- Però, Tina, és el teu pare, i està espantat. Veu la mort a prop i, per si de cas, li agradaria arreglar la vostra relació.
- Hi ha coses que no es poden arreglar. Per mi, ja es pot morir. Li va donar molt mala vida a la mama, fins i tot després de separar-se’n.
- Sobre això només tens la versió de la teva mare. No voldries tenir-ne l’altra, de versió?
- No. Passo. No me’l creuré, digui el que digui.
- Llàstima que t’entestis en viure odiant el teu pare. Només et fa mal a tu. Però, si així ho vols, ningú et pot obligar a res. Ja ets prou gran. Si canvies d’opinió, ja saps on és, o tens el meu telèfon. Espero que no t’hagis de penedir quan ja sigui massa tard. Adéu.
- Te’l podies estalviar, el discurset moralitzant. Adéu.

La Tina ha penjat, i m’he quedat amb el mòbil a la mà, sense saber massa que fer. El dia rúfol no ajuda a pensar bé, en aquests jardinets sense ni un banc on seure i on la bardissa, curosament retallada, no té prou alçada per resguardar-me de l’aire fred que bufa del nord. Uns jardinets esquerps on no es pot fer altra cosa que passar-hi sense aturar-se.
 No entenc aquesta animadversió. Recordo la última vegada que els vaig veure junts a la casa del Pere davant del Canadell, ja fa dotze anys, en que la relació entre ells era força estreta, malgrat la limitació que suposava el règim de visites. El Pere ja es queixava llavors, quan la Tina no el sentia, de les dificultats de tota mena que la Rosalia li posava per acomplir-lo, des de excuses de malaltia fins viatges imprevistos. Es clar que la Tina només tenia deu anys. No sé que devia haver canviat des de llavors: l’adolescència, la influència de la mare...
M’he quedat amb mal gust de boca. Entenc per què el Pere m’ha demanat que truques jo, en comptes de fer-ho ell. Sentir aquestes paraules és la última cosa que li convé, en aquest moment. Li diré només que no vindrà, però li estalviaré els comentaris: el Pere no s´ho mereix pas, això.

- Andreu, necessito que vinguis. És urgent.
- Tinc molta feina, Pere. Estic acabant un informe que hauria d’haver enllestit fa dies. Quan acabi ja serà tard. Si et va bé, demà a la tarda pujo a Calella i m’hi puc quedar a dormir i així tindrem temps per endavant.
- No, tio, va de debò. Estic molt fotut. Estic a Teknon. Ets el meu millor amic i no tinc ningú més a qui recórrer.
- A Teknon, dius?. Què et passa?
- Estic ingressat. M’han d’operar. Si us plau, afanyat a venir. Tinc por.
- D’acord, de seguida pujo. M’organitzo i vinc. A quina habitació estàs?
- A la 235.
- En un tres i no res em tens aquí. Tranquil,tot anirà bé.
- Gràcies, Andreu.

Amb el Pere, fa molt de temps que no ens veiem. Som amics des que érem a escola i resistim els matrimonis, les separacions, el viure a llocs distants, les activitats laborals totalment diferents i en mons socials molt llunyans entre si (jo soc enginyer, ell és un artista plàstic reconegut). Ja no és el mateix, es clar. No és el mateix ara que quan varem anar al Canet Rock, quan ell em va caure a sobre en plena dansa d’un Tiru-Tiru-Ritu allargadíssim de la Dharma, col·locats els dos amb cervesa, vodka de garrafa i maria, i que em va suposar un esquinç al turmell. Ni quan ens vàrem fondre en una abraçada quan va sortir de la Model, on l’havia portat una pedreta de haixix que no va ser a temps d’amagar a la policia, en una batuda pel Raval, i en la que només s’hi va estar una nit, gràcies a les influències del pare. Ni tampoc quan vèiem al cinema Galerias Condal, sessió darrera sessió, la pel·lícula “Hermano sol, hermana luna”, del Zeffirelli, i sortíem levitant, Passeig de Gràcia amunt, i enamoradíssims d’aquella Clara que representava que era santa. No és el mateix, però sempre ha quedat una brasa al foc de l’amistat que fa que, a poques branquetes que hi poses mentre bufes, torna a haver-hi flama. Mentre ell vivia a Barcelona i al principi d’estar a Calella, ens vèiem amb certa assiduïtat. Però va arribar un moment en que la cosa es va anar espaiant. Com a artista cotitzat, va començar a viatjar tot sovint. O es tanca al seu estudi en les fases creatives, sense voler saber res de ningú. Ara ens veiem esporàdicament, en inauguracions d’exposicions, després d’alguna conferència, però són trobades breus, perquè sempre està rodejat de gent. De totes maneres, encara mantenim l’estima. Són molts anys d’amistat profunda i antiga.

- Hola, Pere
- Salut, tio. Gràcies per venir tan aviat. Uff!, necessito una ànima amiga que m’acompanyi.
- M’ho he pogut muntar amb un company, ell acabarà la feina. Què et passa? Què tens?
- M’han d’operar. Del fetge. Van trobar-hi un tumor, en la eco d’una revisió. Me la van fer per allò de les transaminases altes. I aquí em tens, cagat de por. Els metges diuen que no és res, però jo estic cagat, Andreu. A més, m’ho van dir abans d’ahir, i m’operen aquesta tarda. Ja m’han afaitat la panxa i tot. Tanta urgència em fa mala espina.
- Però, els metges, què t’han dit?
- Res. Bé, sí... Això..., que tinc un tumor al fetge, que no saben si és benigne o maligne, que ho sabran després d’operar, quan facin la biòpsia. I que cal fer-ho tan aviat com sigui possible. Avui tenien un forat als quiròfans per un que ha fallat. I també que és una mica gros i... Jo què sé. Tampoc me n’he assabentat gaire. Quan m’han dit això del tumor, m’he atabalat molt. Ja saps que sempre he estat bastant covard, per aquestes coses. Em marejo només que em punxin per treure’m sang. I ja en porto un tip en dos dies!
- Estigues tranquil, segur que els metges ho tenen tot controlat. No posen a la gent al quiròfan així com així.
- Si, ja... Escolta, et vull demanar un favor. Vull que parlis amb la Tina. En aquest paper hi ha el telèfon. No sé com  anirà, però... Si em passés el pitjor, voldria tenir aquest tema net. No vull emportar-m’ho a la propera vida, saps? Demana-li que em vingui a veure. M’agradaria parlar amb ella, no sé... Resoldre el tema.
- Vols dir que és el millor moment?
- No ho sé, però no en tinc cap altre.
- No seria millor que la truquessis tu?
- No agafarà el telèfon. Ja ho vaig intentar. I li vaig enviar un missatge al Facebook, però res de res. No ha contestat. Si parles amb ella, al menys hi haurà una resposta activa, ni que sigui per persona interposada. És millor que el silenci.
- Bé, d’acord. Ho intentaré.

El Pere es va casar molt jove amb la Rosalia, i de seguida van tenir la Tina. Al cap de poc, es van traslladar a Calella de Palafrugell, a una caseta modernista davant de la platja del  Canadell, que el Pere va heretar d’un oncle solter que li tenia molta estima, a banda de prou diners per viure-hi sense gaires luxes. Allà va muntar el seu estudi, on pintava quadres a dojo, primer d’un expressionisme un tant histriònic, passant-se de pressa a l’abstracció conceptual. Com que tenia talent i la seva família tenia diners i relacions, es va anar obrint camí em el mon de les galeries i els marxants. Però el que es va ressentir va ser el seu matrimoni. La Rosalia, que necessitava ocupar el temps en que el seu home no estava més que pel seu art, va fracassar en tots els seus intents per muntar un centre de massatges, teràpies alternatives, naturopatia. Ara està més de moda, però, quan ella ho va intentar a Palafrugell, ja era difícil fer funcionar un centre d’aquesta mena a Barcelona, quant més a l’Empordà, i essent “canfanguina”. I aquest fracàs la va portar finalment a anar-se’n d’allà amb la Tina, i el Pere no la va acompanyar. I en aquell punt va començar a covar el ressentiment, que va créixer quan, un temps després, ell es va fer famós, exposant a les grans capitals de l’art d’Europa i Amèrica, fins i tot a Tokio, i ella ja no podia compartir la seva fama. A més, la Tina estava fascinada pel seu pare, artista, famós i poc convencional, i la Rosalia va afegir la gelosia a la seva llista de greuges. Per això, les relacions entre els dos ex havien estat sempre molt difícils. I, en un punt del camí, la Tina va tallar la relació amb el seu pare, sense explicacions. I el Pere va quedar perplex i devastat. Tot això, es clar, segons m’havia explicat el mateix Pere.

- Be, ja m’ho imaginava, però tenia la minsa esperança que digués que sí.
- Em sap greu
- No és pas cosa teva, Andreu. Has fet el que has pogut. I, a partir d’ara, tampoc és cosa meva. Sento que jo també he fet el que he pogut. Ja és major d’edat. Em fot, però és el que hi ha. Jo vaig contribuir a portar-la a aquesta vida, però la vida és seva, i fa amb ella el que vol. És allò del Gibran: “els vostres fills no són els vostres fills, són els  fils de la vida, desitjosa de si mateixa”. Jo he llençat la fletxa, i ara vola qui sap on... Que hi farem!. M’hagués agradat dir-li que l’estimo, com a mínim, però... Si no me’n surto, al menys me’n aniré amb la consciència tranquil·la.
- No t’amoïnis, te’n sortiràs. Vols que em quedi, aquesta nit?
- No, ja ve el meu germà, el Francesc. Acaba de trucar des de l’aeroport que ja ve cap aquí. Treballa a una productora de Los Angeles en alguna cosa relacionada amb els ordinadors i l’animació. És un tio molt estrany, no l’entenc en absolut, i ell a mi tampoc. És com un extraterrestre, sempre amb els seus ginys electrònics a sobre. Segur que ve amb el portàtil, com fa sempre. Però és la única família que em queda. Em farà companyia. Suposo... Ja falta poc... Andreu, estic molt acollonit.

Quan surto de la clínica són més de les nou. Al Pere l’han dut a la UCI, inconscient, però viu. En veure la nostra inquietud a les cares, el metge ha dit que és el protocol, en les intervencions de recessió de fetge, tenir el pacient en observació intensiva vint-i-quatre hores. Que tot havia anat molt bé, i s’ha mostrat optimista, tot i que cal esperar la biòpsia. El Francesc, es clar, s’ha portat el portàtil i uns quans trastos més. És un home callat, una mica absent, però em sembla que s’estima al seu germà. Ve de molt lluny per estar amb el Pere, sense data fixa de tornada, perquè pot fer la feina “on line”, com diu ell. Avui dormirà en un hotel, a prop de la clínica, per estar a primera hora al seu costat.

Estic cansat, amb l’ànim decaigut. Ara em cau a sobre tota la soledat que arrossego des que em va deixar la Marta, i en la que m’he anat incrustant, fonent, amagant. Sento que aquesta presumpta independència de fill únic, i orfe d’un temps ençà, ha quedat desemmascarada, mostrant tota la sordidesa d’un espai buit i fosc de covardia i egoisme. Potser hauré de canviar alguna cosa, i trucar la Laia, per si la seva invitació a sopar encara no ha caducat. Abaixar les defenses i veure què sorgeix, si és que alguna cosa pot sorgir encara dins meu. Potser hauré d’atrevir-me a arriscar el cor en una altra aventura amorosa. Potser sí. Demà.


No n’hi ha prou amb sobreviure


Xavier Pueyo


Hi ha dies que les aparences semblen voler posar a prova allò que ens diu el cor. Quan el vaig veure davant meu per primera vegada, vaig pensar que no estava segura de si el meu primer pressentiment havia estat correcte, de si la il·lusió que havia posat en aquella cita es veuria recompensada. Havia anat a la perruqueria, però el resultat no em satisfeia, no semblava jo mateixa. La perruquera havia insistit en aquell canvi d’imatge, que m’aniria molt bé i, ara, jo no ho veia clar. Després de milers de proves, m’havia acabat vestint amb la faldilla recta negra i la brusa crema, i duia a sobre l’abric de pell girada de color vi, i em semblava que tot plegat no combinava gens i em donava un aspecte massa clàssic. Amb aquella llarga gavardina que duia com si fos un guardapols dels genets de l’oest americà, les ulleres de muntura de pasta gruixuda i un nas prominent, feia una fila molt allunyada del model que la seva veu al telèfon m’havia suggerit. Quan el vaig veure, vaig haver de contenir-me per no tornar a casa cames ajudeu-me. No ho vaig fer, perquè recordava que la meva amiga m’havia parlat de la seva galanteria, de la seva amabilitat, d’un cert aire bohemi. Malgrat que trobava que, d’entrada, semblava més aviat excèntric. Vàrem anar fins al seu cotxe, i em vaig sentir afalagada quan, en arribar-hi, va obrir primer la porta de l’acompanyant i, després d’haver-me acomodat al seient, va tancar-la amb suavitat per donar la volta al automòbil i posar-se al lloc de conducció. Aquest gest, fet amb total naturalitat, era diferent del que fins ara m’havien brindat els diferents homes que havien passat per la meva vida, i això em va fer pensar que potser si, que el pressentiment seria bo. Tot i això, em sentia nerviosa, insegura, sense tenir clar si aquella aposta arriscada de trucar jo per demanar-li una cita no li hauria semblat massa agosarada, si no em jutjaria una dona “fàcil”. La presentació i les primeres frases, abans d’iniciar la marxa, havien estat de tempteig, i m’havia semblat curiós, alhora que plaent, que en cap moment em va preguntar l’edat i sí, en canvi, el signe del zodíac, cosa ben estranya en un home. Això em va fer pensar que potser la meva amiga tenia certa raó, en allò de l’aire bohemi. No vàrem xerrar gaire fins arribar al restaurant que ell havia escollit, petit, amb un disseny acurat, més aviat clàssic, amb una il·luminació íntima, que es concentrava sobre les taules i deixava la resta en una certa penombra suggerent. En arribar a la taula, que estava en un racó una mica apartat i entranyable, no vaig esperar altre gest que, efectivament, m’ajudés a treure’m l’abric i enretirés la cadira per facilitar-me que pogués seure. Mentre anàvem picant dels primers plats, un pica-pica variat d’especialitats de la casa, la seva conversa va sortir dels llocs habituals per entrar amb facilitat en els espais privats i compromesos, d’una manera natural i sense afectació, en tant que la seva mirada directa, sovint tendra, m’anava mostrava el seu interior tímidament. Acompanyats pels glops de “Viña Esmeralda”, em va anar donant informació sobre si mateix, el seu periple d’home divorciat, sense lamentacions ni ràbia, com quelcom que havia passat i prou, i el lloc on havia arribat després de moltes voltes i giragonses emocionals. En un moment donat, va treure uns papers rebregats de la butxaca, i em va llegir un poema intens, un cant a l’amor que  acabava en un “No n’hi ha prou amb sobreviure. No és prou”. I allò em va portar a les meves pròpies històries d’amor truncades, i a la meva vida solitària, en que m’era ja difícil esperar trobar “l’home”, l’home de la meva vida, que potser ara era davant meu. I vaig sentir que la porta del meu cor s’obria tota sola, mostrant el seu interior tou i acollidor, necessitat de ser estimat, en tant les llàgrimes brollaven dels meus ulls, regalimant suaument galtes avall. I ell, visiblement emocionat, m’oferia un mocador de paper. El seu plor em va sacsejar i em va commoure, i de cop em vaig adonar que aquella dona que tenia al davant podia ser “la dona”. I la cuirassa que protegia els meus sentiments, que havia entreobert per arriscar en aquella cita a cegues, va caure del tot, donant entrada a nous aires en aquell espai tant de temps tancat, tant de temps resclosit. La seva veu càlida al telèfon m’havia evocat una imatge que, en veure-la al portal de casa seva, va haver de fer un reset per captar-ne la real, amb aquell cabell ros una mica escarolat, el seu aspecte una mica carrincló, amb aquella roba clàssica i un somriure exagerat, neguitós. Em va inquietar que fos Àries, com la meva ex dona, i vaig pensar que no sabia si m’agradaria. Però, ja que hi era, vaig tirar endavant, disposat a seguir amb aquella juguesca al destí i veure què en sortia. En el cotxe, mentre ens dirigíem al restaurant, em va costar captar gaires coses de la seva, cal dir-ho, escassa conversa, perquè sempre necessito concentrar-me en la conducció per no equivocar-me en el trànsit espès de Barcelona. Un cop allà, vaig decidir obrir el meu joc, mostrar les meves cartes d’entrada, sense subterfugis ni trampes, perquè ja tinc una edat en la que em sembla inútil jugar el joc de la seducció, de semblar atractiu i actuar en un paper, joc en el que sempre m’he sentit incòmode i que, a aquestes alçades, em sembla ben estúpid. Al cap i a la fi, jo cercava una dona per compartir la resta de la meva vida, o una bona part, i no una rebolcada d’una nit. Per això, li vaig explicat el meu viatge personal, la meva vivència i, al final, li vaig mostrar el meu últim poema, “No n’hi ha prou amb sobreviure”. I ella el va entendre. I el seu plor em van fer saber del cert que el risc havia valgut la pena. I llavors, just en aquell moment d’impasse, el cambrer va servir els segons plats que, essent peix, demanaven més atenció. La conversa va decaure, enfeinats en destriar la carn de les espines de les daurades a la sal. Però, quan aixecava la vista del plat i trobava els seus ulls, percebia un canvi, com si, de cop i volta, s’haguessin obert totes les portes i pogués entrar a dins seu i observar allò que volgués, sense limitacions ni reserves. I, amb les postres, les nostres mans es van trobar per sobre de les estovalles, iniciant-se una dansa de carícies subtils que transmetien informació de velles coneixences de vides anteriors, com el reconeixement de vells coneguts que feia molt que no sabien res l’un de l’altre i, per fi, es trobaven. No calia dir res, les mirades creuant missatges en clau que arribaven directament a l’inconscient. Ja no importava l’aspecte físic, ni el signe del zodíac, res més importava que la seva presència. De cop, allà hi érem, submergits en un estadi del mon apartat de l’entorn. Al qual em va fer tornar el cambrer, que ens va servir el que quedava del “Viña Esmeralda”, preguntant si volíem els cafès.  Em van contestar distrets que no, però tampoc no em vaig apressar a portar-los el compte, perquè ja m’havia adonat que en aquella taula s’estava jugant una partida molt important amb l’amor. Tampoc calia, per que tenia el restaurant mig buit, i hi havia taules per atendre. M’agrada observar els clients, sobre tot quan són parelles. Percebre la evolució de la relació a través dels gests, del mirar, de les atencions mútues. I aquella taula estava resultant fascinant, des d’aquells inicis de cortesia entre desconeguts fins a aquelles mirades d’una intensitat tal, que foradarien una planxa de ferro si la interposessin entre ells. I havia succeït en una evolució contínua, sense sobresalts. Ell havia parlat molt, sobre tot al principi, fins que es va treure uns papers rebregats de la butxaca dels pantalons i li va llegir el que hi duia escrit. Llavors ella va començar a plorar silenciosament, amb un somriure als llavis, i ell li va oferir un mocador, amb els ulls brillants. En aquell moment, els he volgut portar el segon, per salvar el lapse emocional en que es trobaven. La conversa s’ha esvaït per donar pas a les mirades intermitents, mentre anaven menjant el peix. I, amb les postres, a les carícies entre les mans lliures del cobert. L’expressió dels comensals era tan absent de l’entorn, que tenia la sensació que aquí només hi seien els seus cossos, mentre els seus esperits vagarejaven junts qui sap per on. I, com que ja m’agrada que al meu restaurant passin coses importants, els he deixat estar fins que, quan m’he adonat que ja havien tornat, o quasi bé, els he ofert el cafè i m’han demanat el compte. Quan els hi he portat, m’he adonat que la foguerada estava encesa i escalfava de valent. S’han aixecat, primer ell, per enretirar-li la cadira quan ella s’aixequés i oferir-li l’abric obert, en un gest de galanteria que, cal dir-ho, no es veu sovint, i se’n han anat agafats per la cintura, amb els ulls espurnejant i un somriure de felicitat a la boca que no admetia dubtes. Aquesta nit incendiaran el llit, i només seria el pròleg de l’etern relat dels amants, d’aquells afortunats que troben l’amor que la vida els té reservat. I ha succeït al meu restaurant.