¿Quién eres tú?

María Luisa García Cánovas


Cuando naces, si pudieras pensar y expresarte dirías que eres un apéndice de tu madre, que formas parte de ella. Pero pronto llega un día que empiezas a experimentar el tú y te das cuenta de que estás sola y que entre tú y los demás se abre un abismo. Te sientes apartada y terriblemente vulnerable. Tienes mucho miedo.

Instintivamente, buscando seguridad, comienzas a repartirte. Y empiezas a verte como la hija de, la hermana de, la nieta de… Y a medida que creces sigues dividiéndote. La amiga de, la alumna de, la amante de, la esposa de… Te llegas a partir tanto que te difuminas en tus roles. La madre de, la colega de, la directora de… Estás completamente perdida y ni siquiera eres consciente. Entonces la vida te da un golpe de muerte. Ahora eres la viuda de. Y te paras.

Por primera vez te detienes a pensar en ti… Y surge la gran pregunta ¿quién eres tú? Vuelves a sentir el mismo miedo que a los dos años. Te ves sola, al borde del precipicio que te separa del resto del mundo, preguntando como en el chiste… ¿Hay alguien más?

Buscas respuesta en la filosofía y te das cuenta que desde siempre, todos se plantean la misma cuestión y aún te surgen más preguntas.  Investigas en la religión y descubres que ellos sí tienen todas las respuestas, pero no te convence ninguna porque pretenden convertirte en siervo, sin voz ni voto. Se te abre el camino de la ciencia, acudes a un psicoanalista y empiezas a buscarte a ti misma. Y un día -en un momento de pura esquizofrenia-, te encuentras con la otra frente a frente. Tienes un susto terrible. ¡Eres tu peor enemiga!

Comprendes que va a ser difícil y doloroso, pero has encontrado un hilo del que tirar y ahora ya no puedes detenerte. Eres como un pitbull que no suelta presa.

Por tu cuenta y con la ayuda de otros que también buscan la misma respuesta, sigues investigando y profundizando en ti.  Descubres que tu encuentro no fue contigo misma sino con el ego que te fabricaste, un tú falso y esclavizante.  Y continúas ahondando.  Atraviesas las corazas de protección que construiste con tu mente para protegerte. Algunas de hormigón armado, otras sutiles y transparentes, las más difíciles de descubrir porque parecen formar parte de ti, quienquiera que tú seas. Con decisión, aunque temblando, te enfrentas a las tinieblas del miedo, a las garras  del sufrimiento, a las agujas del dolor, al peso de la culpa, a la explosiva rabia… Todas las emociones que has ido reprimiendo e ignorando. Cuando consigues eliminar, llorar, gritar y expresar  todo eso, y por fin te vacías por dentro, es cuando, allá en el fondo empiezas a ver algo, a sentir algo, a reconocer algo… Una corriente cálida, dulce, amorosa y cada vez más potente comienza a llenarte. Y te sientes reconfortada, te sientes plena, te sientes en paz,  te sientes alegre, te sientes amada... Y sabes que esa eres tú.  

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